martes, 9 de septiembre de 2014

Rema romulo

Era septiembre, ya conocia más de 60. Eran 4 semanas en las que las nubes a veces amontonadas querían participar. Todas querían dar una mano para que todo este listo en primavera.
Pero bien es sabido que para que hayan rosas tiene que haber buen abono.
Y así había sido la vida de Romulo tonillo, un herrero viudo de la provincia de santa fe. Ya sabía lo que era sufrir. Lo mostraba en sus manos curtidas a machacazos, en sus ojos lastimados por salpicaduras de hierro fundido. La piel casi cuero castigada por el sol y el viento. La pérdida de su primera esposa que había muerto ahogada en el río paraná un día de, justamente, septiembre, había sido muy difícil de superar.
No así la muerte de Ermelinda, su segunda esposa. La había conocido en el casamiento de su sobrino en Teodolina, un pueblo a unos kilómetros. Su segunda chance de amar se desvaneció cuando Ermelinda quedó en medio de un tiroteo en el viejo lloyds bank, el único banco del pueblo. Dicen que fueron Bonny y Clyde, pero eso ya no le interesaba a Romulo.
Tenía 57 pirulos como le gustaba decir a el, una herrería una cocina y un baño. Por las noches acomodaba unos trapos para recostarse y pensar porque no fue el a pagar al banco. La culpa, la bebida y la rutina se apoderaron de el durante 3 años. Estaban tan encarnadas en el como las uñas de sus pies.
Que podría hacer un hombre que en tantos años no pudo amar más que recostarse y pensar si el era el problema? Nunca pensó en el suicidio, no señor, romulo aunque era un poco bruto era muy católico por haber escuchado al sacerdote que vino de misión cuando el era un gurí "eso no me llevaría al cielo, wa'a ser enojar al barba" decía entre una risa a la que le sobraban ventanas.
No vayan a pensar que Romulo era un viejo feo eh, en sus tiempos de milonga todas las madres querían que sus hijas bailen con él. Nuestro personaje con el pelo engominado le sacaba viruta al piso pero solo le interesaba bailar con Elizabeth, una colorada que se había ido a estudiar medicina a la capital.

Hoy con 60 años no le quedan más que recuerdos y risas tristes de recuerdos que mienten o que no recuerdan bien. El vino blanco y el hielo en la entrada de la herrería son sus únicos amigos y los únicos analgésicos para tantas miserias.

13 de septiembre, el cielo encapotado como un cielo raso gris oscuro inconmensurable cubrió este pueblo, Romulo obsesionado con los refucilos ya se había sentado en una cubierta de auto vieja con su vino para ver el espectáculo. Hasta que bajo la mirada. Y vió.
Vió hasta que los ojos lo obligaron a parpadear. Ella venía con una vincha roja, el pelo con olor a viento, salpicado de llovizna. Parecía traer la tormenta en su colorada cabellera.
La colorada contagió con su sonrisa de oreja a oreja a Romulo, que respondió con una sonrisa de ojera a ojera.

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